Diario El País, SA, 1998.
Si hay una cosa que define a Mario Vargas Llosa es su vocación de escritor, y la fidelidad que guardará a ese propósito a lo largo de toda su vida. Una vocación que, como confiesa en sus memorias El pez en el agua (1993), surgió casi como una rebelión contra la autoridad paterna, pero pronto se convirtió en la temprana certidumbre de que su destino iba a estar marcado por el rítmico tableteo de una máquina de escribir.