Zugarto Ediciones, S. A., 1993. — 186 p. — ISBN: 84-88155-20-4.
Confieso que me siento u n punto intimidado, cuando escribo este prólogo de un libro sobre la carrera ajedrecístista del que fue un querido amigo y admirado campeón, Tigran Petrosian. Pero le conocí y coincidí con él en muchos de los momentos estelares de su vida y creo que más que un prólogo voy a recordar situaciones y alguna anécdota que ayuden a comprender el carácter cordial del gran Tigran.
Le conocí personalmente en Amsterdam, cuando visité el Torneo de Candidatos de 1956. Fue aquél un día triste para Petrosian ya que, después de dominar posicionalmente a Bronstein, omitió una amenaza a su dama, que le costó la pérdida de la partida. Bronstein -sobre quien pocos años antes yo había escrito un libro- me presentó a Tigran y confieso que no comprendía su paciencia después del amargo trago de su derrota, cómo se interesaba por el ajedrez en España y cómo me atendió en suma. Si algo me faltaba para ser un "fan" suyo, aquel día me entusiasmó.
Coincidimos en la Olimpiada de Munich, de 1958. La primera en que inter vino España, desde que fue readmitida su selección en las competiciones de la Federación Internacional de Ajedrez.
Recuerdo a la pareja inseparable que formaban los suplentes del equipo de la U.R.S.S., que no eran otros que Petrosian y Tahl. Eran reservas de campeo nes de mucho peso, como Botvinnik y Smyslov, y de grandes talentos, con marchamo de campeones, como Bronstein y Keres. Pero en aquel equipo los únicos que jugaban y ganaban prácticamente cada día eran los suplentes de la U.R.S.S. Era como una auténtica competición para ellos dos solos, buscando terminar cuanto antes sus partidas¡ para ponerse a jugar partidas rápidas! en la sala de análisis o en el hall de su hotel. Entusiasmo de dos geniales jugadores tan marcadamente opuestos de carácter: vitalista, audaz y agresivo el juego de
Tahl; sereno, conservador y posiciona/, el de Tigran. Recuerdo que en el match entre España y Estados Unidos sacrifiqué u n peón en mi partida contra el gran maestro Bisguier. En aquel momento, Petrosian se detuvo a ver nuestra partida y, mirándome sonriente, cruzó los brazos en forma de aspas y yo comprendí su magnífica visión y poco más tarde Bisguier, cuando mis alfiles controlaban las dos diagonales principales y se veía derrotado. Amirable tanto su visión aguda, como su interés por partidas de quienes no estábamos, ni muchísimo menos, a su altura.
Verle jugar en partidas de cinco minutos era un espectáculo. Ponía en práctica los principios de Nimzowitch: la superprotección de sus piezas y la calidad de su juego, en este tipo de lucha, era también excepcional. Allí comprendí yo lo equivocado que era comparar su estilo al de Capablanca. En lo que sí separecieron fue en lo difícil que resultaba ganarles una partida.
Pero Petrosian hacía muchas tablas: "seguridad ante todo" y para llegar al título había que ganar el torneo de Candidatos. Lo logró en Cura9ao, en 1962, y un año más tarde destronaba a Mihail Botvinnik. Sin embargo, tres años después, cuando defendió su corona frente a Boris Spassky, fue el primer campeón f!IUndial -tras la muerte de Alekhine en 1946- que resultó vencedor del match, al defender su corona.
Hay que tener en cuenta, por otro lado, que Petrosian destacó al máximo nivel en una época en la que coincidieron en plena forma jugadores de la talla de Botvinnik, Smyslov, Fischer, Tahl y Spassky, sin olvidarnos de los Keres, Bronstein, Reshevsky... y que se mantuvo como figura de primerísima línea mundial durante más de treinta años.
En ese lapso de tiempo tuvo ocasión de visitar España en muchas ocasio nes. Lo que me dijo ser un sueño para él -visitar París y España (así, no Francia y España, lo que tiene su importancia)- afortunadamente se cumplió. En Palma de Mallorca, Las Palmas, Sevilla, Madrid... actuó Petrosian en torneos o exhi biciones de simultáneas, dejando siempre un cálido recuerdo.
En una de mis visitas a Moscú tuve el honor de ser invitado a presidir y decir unas palabras en un gran homenaje que le rindió su club moscovita, el T.S.K.A., el de las fuerzas armadas. Allí pude constatar cómo apreciaban y admiraban todos, desde los grandes maestros a los aficionados, a aquel gran campeón que nos había dejado en edad temprana.
Dimitrije Bjelica nos cuenta su vida paso a paso, con interesantes entrevis tas en momentos importantes de su brillante carrera. Petrosian dijo en una ocasión: "Espero que llegará un momento en que los analistas, los historiado res y los investigadores ajedrecísticos reúnan todo lo que he hecho y me asig nen un puesto en el ajedrez. Pero, si ahora pudiese suponer que, por ejemplo, cincuenta años después de mi muerte, mi obra ya no iba a interesar a nadie, eso me sentaría muy mal". No ha sido ese el caso de Petrosian. Siempre será el noveno campeón del mundo; ha dejado un entrañable recuerdo en cuantos tuvimos el honor de conocerle y, por último, aquí está este libro, con sus mejores partidas, con sus opiniones sobre los grandes jugadores de la historia y lo que muchos de éstos opinaban del que fue uno de Jos mejores, el admirado Tigran Petrosian.
RománTorán.